Su muerte en la hoguera a los 33 años de edad se convirtió en leña ardiente que avivó a una nación sedienta de justicia y verdad. El incendio llegó a su máximo alcance en 1560, catorce años después, cuando se firmó el Acta de Reforma y Escocia comenzó a abandonar el catolicismo.
La vida de este siervo estuvo marcada por la persecución religiosa y el compromiso inquebrantable con la verdad evangélica. Se mantuvo firme en un período de profunda agitación eclesiástica en Inglaterra, y perseveró en medio de profundas aflicciones.